Para sobrevivir a meses de protestas callejeras y a una economía en picada, el presidente Nicolás Maduro, está tratando de convertir a la petrolera estatal PDVSA en un bastión de apoyo, degradando aún más a una empresa ya vulnerable, según fuentes cercanas a la empresa.

Los nombramientos políticos están ganando fuerza a expensas de veteranos ejecutivos petroleros, mientras que los empleados están bajo una creciente presión para asistir a los mítines del Gobierno y votar por los candidatos oficialistas.

El creciente énfasis en la política en detrimento del desempeño está contribuyendo a un rápido deterioro de la industria petrolera de Venezuela, hogar de las reservas de crudo más grandes del mundo, y a la fuga de talentos en la empresa.

Entrevistas con dos docenas de empleados y exempleados de PDVSA, ejecutivos petroleros extranjeros y contratistas apuntan a que la mayor empresa del Venezuela va en picada.

“Todo es un desastre y tenemos que aplaudir”, dijo a Reuters una empleada de PDVSA, que pidió mantenerse en anonimato por temor a retaliaciones. Recientemente, a sus compañeros les solicitaron que escribieran actas explicando por qué habían faltado a mítines políticos.

Tras cuatro meses de protestas contra Maduro, el nuevo liderazgo de la empresa está presionando cada vez más a los empleados para asistir a los actos públicos del Psuv.

Los gerentes dijeron a sus trabajadores que serían despedidos a menos que votaran a fines de julio en la polémica elección de una asamblea constituyente, propuesta por Maduro y desconocida por varios países del mundo.

La producción de crudo venezolana está camino a cerrar el 2017 en mínimos desde hace 25 años, pero el gobierno aún depende en gran medida de PDVSA como su motor financiero.

Eso deja a la gerencia en un equilibrio precario y fuentes aseguran que las facciones políticas están cada vez más encerradas en las luchas de poder dentro de la empresa.

Un equipo de altos directivos nombrado en enero ha dejado al presidente de PDVSA, el ingeniero Eulogio Del Pino, muy impotente, según dos fuentes de alto nivel de PDVSA y el gobierno que hablaron bajo condición de anonimato.

Mientras tanto, la infraestructura de la compañía se está desmoronando, los taladros activos están en mínimos históricos y las refinerías están funcionando a una fracción de su capacidad.

El personal de la otrora reluciente sede de PDVSA se queja de que muchos ascensores están fuera de servicio, los baños carecen de papel higiénico y sus automóviles están dañados en el estacionamiento. El papel y la tinta, escasos en la empresa, son usados para hacer carteles con fines políticos.

El Gobierno ha negado durante mucho tiempo las acusaciones de mala administración, diciendo que hay una campaña de la derecha y los medios de comunicación para difamar a Venezuela y minimizar el apoyo de PDVSA a los programas sociales.

PDVSA y los ministerios de Petróleo e Información no respondieron a las solicitudes de comentarios de Reuters.

LUCHA DE PODER
Del Pino, apreciado por analistas petroleros aún cuando la producción ha decaído durante su presidencia, permanece a la cabeza de la petrolera en medio de una fuerte pérdida de muchos de sus altos funcionarios desde enero.

Sin embargo, el ministro de Petróleo, Nelson Martínez, expresidente de la refinadora Citgo y cercano aliado de Maduro, negocia cada vez más acuerdos y asiste a congresos petroleros en representación de Venezuela.

Entre los nuevos ejecutivos destacan, el vicepresidente de Comercio y Suministro, Ysmel Serrano, quien trabajaba para el vicepresidente Tareck El Aissami, además del vicepresidente de finanzas Simón Zerpa, un cercano aliado de Maduro.

La llegada de ejecutivos inexpertos y gerentes de mando medio es notoria para los directivos de petroleras extranjeras, quienes se quejan de pasar horas esperando por los representantes de PDVSA y del retraso en la toma de decisiones.

“La mayoría de las veces los correos electrónicos y las llamadas a PDVSA quedan sin contestar. Sorprende mucho la corta edad de los gerentes y su escasa formación”, dijo un representante de una firma foránea que tiene un contrato de suministro con PDVSA.

El ejecutivo agregó que el caos gerencial y operativo era cada vez peor, cuando el tiempo de espera para cargar un buque es de 30 a 40 días comparándolo con los 2 a 3 días que tomaba antes.

Si Estados Unidos decide concretar su amenaza de imponer sanciones al sector petrolero, una PDVSA convulsa probablemente tendrá más dificultades para responder.

“Tanto la creciente falta de experiencia gerencial, como la fragmentación de la jerarquía dentro de PDVSA en feudos, lo harían realmente difícil”, dijo Francisco Monaldi, un experto petrolero del Baker Institute en Houston.

Fuente: Reuters


Source: Economia