En las últimas décadas los países ricos se han convertido en sociedades multiculturales con inmigrantes procedentes de países económicamente menos desarrollados. Aunque la emigración es un fenómeno que ha existido siempre, las cifras de los últimos años han sido extraordinarias, y se espera que sigan en aumento.

El gran artífice de este incremento de la emigración ha sido la globalización. El abaratamiento y mejora de los medios de transporte, unido a la difusión del modo de vida “occidental” en los medios de comunicación e internet han hecho de efecto llamada para millones de personas. A dicho efecto se une la inconformidad de algunos sectores de la población con las condiciones económicas, políticas o laborales en sus propios países.

Por otra parte, los flujos de bienes del comercio internacional han reducido la producción de los países pobres o la han reemplazado por importaciones más baratas. Esto ha provocado una pérdida de puestos de trabajo y de oportunidades que han actuado como factores de expulsión: los ciudadanos de estos países cruzan la frontera en busca de algo mejor.

Pero, ¿es igual toda la emigración?

Lógicamente, la respuesta es no. Nadie piensa en Leo Messi o en Cristiano Ronaldo como inmigrantes debido a que estos son estrellas mediáticas multimillonarias y se les considera los mejores en su puesto de trabajo. Son casos extremos, como también lo son los inmigrantes irregulares. Sin embargo, mientras que a los primeros ni siquiera se les considera inmigrantes, al segundo grupo mucha gente lo ve con recelo y preocupación.

Los trabajadores no cualificados son un grupo de inmigrantes que salen de su país en busca de mayor bienestar o de mejores condiciones laborales. Normalmente son empleados en puestos de trabajo de muy baja cualificación, mal pagados y, en ocasiones, no deseados por la población nativa.

Justo en el extremo opuesto encontramos a una élite empresarial formada por ejecutivos, empresarios y emprendedores que migran desde y hacia cualquier parte del planeta en busca de las mejores oportunidades de trabajo o negocio. Estas personas crean riqueza allí donde van.

En un punto intermedio se sitúa la élite profesional, artística, deportista y científica, que en su búsqueda de un mejor salario y de unas mejores condiciones de trabajo emigra al país que le oferta el mejor trabajo. Es frecuente que los emigrantes de este grupo sean los más destacados o cualificados de sus áreas y pueden dar lugar al fenómeno conocido como “fuga de cerebros”. Messi y Ronaldo están en este grupo, al igual que muchos ingenieros españoles que emigraron a Alemania.

Los dos últimos grupos de emigrantes generan altos ingresos, se integran con facilidad en los países de acogidas y están bien vistos por la población nativa. El grupo de los trabajadores no cualificados, sin embargo, tiene mayores problemas de integración, ya que se trata de un grupo migratorio más numeroso y que en ocasiones compite por un puesto de trabajo con los trabajadores no cualificados nativos.

Los desafíos de la emigración

En los países desarrollados siempre va a existir demanda de trabajadores no cualificados de otros países. Es una mera cuestión de libre juego de la ley de la oferta y de la demanda de trabajo. Esto ha provocado un efecto llamada tan grande que dichos países se han visto obligados a restringir el número de inmigrantes sin cualificación. Estas políticas migratorias restrictivas han acarreado una serie de consecuencias negativas.

Por una parte, ante el temor de mayores restricciones, los inmigrantes no cualificados en los países ricos son sobreexplotados sin pudor en sus puestos de trabajo, tirando para abajo de los salarios y para arriba de las horas de trabajo. Además, se provoca una mayor desigualdad en los países pobres, ya que la “fuga de cerebros” no se compensa con las remesas de emigrantes y agudiza las diferencias económicas entre quienes reciben y quienes no.

Por último, de manera irremediable surge un mercado para la trata ilegal de las personas que no han podido acceder legalmente a los países ricos. Las imágenes de inmigrantes intentando acceder en pateras a Europa están en la mente de todos.

En este contexto, es evidente que las políticas migratorias son imprescindibles. Sin embargo, sus características deben apoyarse en un marco internacional sólido y consensuado, basado en el respeto a las normas y el apoyo social. En este sentido, podemos tomar como referencia las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT):

– Planificación consensuada entre los países de origen y los de acogida. Deben existir sistemas de categorías migratorias con fines de empleo elaborados para dar respuesta a las necesidades de cada país.

– Establecimiento de normas mínimas de empleo para todos los sectores de actividad con vistas a penalizar el abuso contra los trabajadores y el empleo irregular.

– Gestión de las migraciones apoyada en las normas con el objetivo de acabar con la trata ilegal de personas y con la explotación de los inmigrantes irregulares.

– Aplicación de planes contra la discriminación y la xenofobia y participación de todos los interlocutores sociales en la elaboración y ejecución de las políticas migratorias.

La propia Comisión Europea señala que uno de sus objetivos fundamentales es contar con una política de inmigración europea completa, con visión de futuro y basada en la solidaridad. La gestión apropiada de los flujos migratorios exige asimismo garantizar un trato equitativo de los nacionales de terceros países que residan legalmente en los Estados miembros, mejorar las medidas de lucha contra la inmigración irregular y fomentar la cooperación con terceros países en todos los ámbitos.

Fuente: WorldEconomicForum


Source: Economia