Aunque parezca que todos se alegran, la reciente modificación en los relojes y la implementación del actual horario de verano no ha estado exenta de polémica. Como cada año, claro está.

Implementado originalmente para aprovechar mucho más la luz solar, el cambio de hora semestral al parecer no arrojaría muchos beneficios en el ahorro de la energía ni en la productividad de las empresas.

De acuerdo con un reporte del portal Bloomberg, varios estudios han concluido que esta modificación en el organigrama total de un país no es más que “una reliquia inocua de la crisis energética de los años setenta del siglo XX”.

El cambio de horario se implantó inicialmente para ahorrar energía, pero los estudios sobre su eficacia son mixtos y han determinado que nuestro uso actual de aire acondicionado y calefacción termina anulando la energía ahorrada por no tener que usar luces eléctricas y, de hecho, puede conducir a un aumento del consumo  de electricidad.

Malo para la salud

Para colmo, algunas de estas investigaciones aseguran que el cambio de hora podría ser nocivo para la salud humana, además de generar cuantiosos gastos en instituciones, empresas e infraestructuras.

Los efectos perjudiciales en el ser humano de este tipo de cambios han sido mucho más visibles cuando llegan la primavera y el otoño, justo después de que se producen los cambios de hora.

Lo primero que ocurre es que se reduce en una hora el tiempo de sueño, un evento al parecer insignificante que en la realidad ha provocado accidentes de tránsito pero también cerebrovasculares y hasta ataques cardíacos en el margen de los tres días posteriores al cambio de hora del mes de marzo.

Para Lawrence Jin y Nicolas Ziebarth, investigadores de la Universidad Cornell, “hasta los pequeños cambios en los patrones de sueño pueden afectar al capital humano de manera significativa”.

A favor

Entre los que todavía defienden la imposición de un horario de verano se encuentran empresarios que ven en él un estímulo para el consumo, porque las personas son propensas a permanecer mucho más tiempo fuera de casa mientras haya luz, lo que generaría automáticamente mucho más gasto.

Sin embargo, según un análisis reciente llevado a cabo por el Instituto JPMorgan Chase con 380 millones de transacciones bancarias y de tarjetas de crédito, en una ciudad como Los Ángeles, por ejemplo, donde se realiza el cambio de horario con la llegada de la primavera, se produjo un aumento del gasto de la tarjeta de crédito por persona de apenas 1%, en comparación con la ciudad de Phoenix, en Arizona, donde no se ejecuta el horario de verano.

Lo peor es que ese mínimo beneficio queda anulado unos meses más tarde, cuando en noviembre vuelve a ajustarse la hora para el horario de invierno. En este periodo, se sabe que la población de Los Ángeles consume un 3,5% menos en los comercios minoristas locales.

Los estudios demuestran que, tras el cambio de hora de otoño, los compradores realizan muchos menos viajes a las tiendas, sobre todo durante esa primera semana.

Por último, los analistas apuntan que, con el auge de las nuevas tecnologías y la compra digital, la tendencia estaría en un incremento de las compras por internet -pero compras al fin-, cuando en noviembre el día con luz solar se hace mucho más corto y las personas no optan por visitar los establecimientos minoristas.

Fuente: YahooFinanzas.com


Source: Economia