La llegada del conservador Mauricio Macri a la Presidencia de Argentina ha marcado un quiebro al ciclo de doce años y medio de polémicas políticas en materia económica y la puesta en marcha en 2016 de cambios y ajustes para promover una reactivación de la actividad productiva que aún no asoma.

Macri desembarcó en la Casa Rosada en diciembre de 2015 y se encontró con un panorama fatal: una economía estancada, alta inflación, abultado déficit fiscal, un comercio exterior paralizado, fuertes restricciones cambiarias…

Una de sus primeras medidas fue, de hecho, poner fin al denominado “cepo cambiario” que había impuesto a finales de 2011 el Gobierno de Cristina Fernández (2007-2015) y que había provocado fuertes distorsiones en la economía.

Paulatinamente, la nueva Administración fue desmontando otros complejos entramados de medidas adoptadas por el kirchnerismo, como las restricciones a las importaciones y los turbios cambios metodológicos en las estadísticas oficiales.

Pero el cambio radical de rumbo quedó evidenciado en un rápido acuerdo con los acreedores privados que poseían títulos de deuda argentina en cese de pagos desde 2001 y que no habían participado en las reestructuraciones de 2005 y 2010.

El peliagudo litigio entablado por los fondos acreedores en tribunales de Nueva York era como una espada de Damocles para Argentina, castigada con pésimas calificaciones crediticias y sin posibilidad de financiarse en los mercados internacionales.

“Hubo una rápida solución al problema de la restricción externa que tenía el país. El hecho de haber salido del cepo cambiario sin crisis y el haber podido generar una transición sin un cambio abrupto en la economía son factores positivos”, dijo a Efe Martín Polo, economista jefe de la consultora Analytica.

Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economíía de la Universidad de Belgrano, coincide en que “la liberación del cepo cambiario y la negociación exitosa para poner fin al juicio entablado por los fondos buitres” permitieron a Argentina “volver a acceder al mercado internacional de capitales”.

“Esto posibilitó financiar el déficit fiscal heredado, reemplazando en parte la emisión monetaria con nueva deuda externa”, apuntó Beker a Efe.

Argentina ha logrado además una mejora notable de la relación con los organismos multilaterales de crédito, que han elogiado las reformas puestas en marcha por Macri y destrabado sus líneas de préstamos para la nación suramericana.

Sin embargo, no todo ha sido color de rosa en el primer año de la nueva política económica de Argentina. A la fuerte devaluación que implicó la salida del “cepo cambiario” le siguió una aceleración de la inflación en el primer semestre.

En ese contexto, el Gobierno anunció un fuerte incremento en las tarifas de los servicios públicos para recortar los subsidios, una medida bien vista como señal de búsqueda de cuentas fiscales más equilibradas, pero cuya puesta en marcha, no ajena de torpezas, hizo saltar aún más los precios.

Según los expertos y el propio Gobierno, la inflación ha tendido a moderarse en el segundo semestre, pero lo cierto es que el alza de los precios en combinación con medidas de ajuste profundizó la recesión en un país con problemas para la creación de empleo y donde un tercio de la población vive en condiciones de pobreza.

“Hubo una caída en el poder adquisitivo en los ingresos, con la consiguiente retracción en la demanda que se reflejó en una caída en la producción industrial y en el consumo y que marca un año con caída del PIB, que se estima que por lo menos estará en el orden del 2 %”, afirmó Beker.

Según Polo, el escenario se agravó por una súbita retracción de la inversión en obras públicas, que impactó de lleno en el sector de la construcción y que explica en gran medida la pérdida de miles de empleos.

El experto apuntó que el Gobierno de Macri, que prometió en el primer semestre una reactivación en la segunda mitad del año que aún no se ve, “se confió” pensando que un “mejor panorama de equilibrio” macroeconómico permitiría un rápido “despegue” de la inversión privada “arrastrando al resto de la actividad económica, cosa que no pasó”.

Con todo, los expertos confían en que los frutos de los esfuerzos por ordenar la economía comenzarán a despuntar muy pronto, con un PIB que podría crecer entre el 3 y 5 % el próximo año, de acuerdo a los pronósticos más optimistas.

Argentina está en una transición, que no está saliendo cara, y eso que “cada vez que Argentina hizo un cambio de régimen económico fue con crisis y esta vez está haciendo un viraje de política pero sin una crisis profunda”, destacó Polo.

Fuente: EFE


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